miércoles, 22 de febrero de 2012

Otro mundo mejor es posible.



Si algo he aprendido en la vida, es que todo el mundo tiene derecho a tener las mismas oportunidades, sea cual sea su condición, sea cual sea su origen. Por desgracia también he aprendido que la vida es injusta, difícil y sobre todo dura. Pero no es que sea injusta y dura por si sola, al contrario es maravillosa en su inicio. Es bella como una flor, como un gatito pequeño suave, como el amor más intenso que puedas sentir por tu pareja.
Pero las personas a veces con nuestros actos provocamos esas injusticias, ese dolor. ¿Quien soy yo para criticar al mendigo que está pidiendo en la calle, acaso tengo el poder absoluto para creerme juez y verdugo sobre la situación de esa persona?.  Podría criticar si sus actos provocasen el dolor de otras personas pero no el hecho de que se encuentre en la calle y los motivos que le hayan llevado a esa penosa situación. O al parado que está cobrando el subsidio de desempleo. Si le preguntaras a esa persona que que prefiere, seguro que te diría que quiere tener una vida digna, sin tener que depender de una ayuda estatal, o de una mísera limosna.  Entonces ¿porque nos empeñamos en criticar a este tipo de personas?, lo más probable sea porque nunca nos hemos visto en esa situación de desamparo. Alguien podrá decir que no se puede comparar a un mendigo con un desempleado, y a groso modo puede tener razón, pero en esencia es lo mismo. Porque ambas personas si pudieran elegir, si alguien les diera una oportunidad, te aseguro que no elegirían esa situación. Nunca he estado en ninguna de esas situaciones (digamos que en una época de mi vida sentí cosas parecidas al hambre, al desamparo, y a la sensación de abandono), pero no quisiera que me sucediera nuevamente a mi, ni a los seres que más quiero, ni a nadie del mundo entero. Si todos fuéramos un poco más solidarios, otro mundo mejor sería posible.

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