miércoles, 13 de junio de 2012

Apliquémonos el cuento

Hace poco, al preguntar a una pareja de ancianos que paseaba por la orilla de la playa de Benicassim, cogidos de la mano, que por donde quedaba un torreón que andábamos buscando mantuvimos unos minutos donde intercambiamos opiniones sobre la situación de crisis que sufrimos. La conversación comenzó al apreciarles el color de piel tan moreno que tenían y que si vivían allí. Asintieron que así era y añadieron que en realidad eran de Cuenca, pero al llegar su jubilación se retiraron a esa zona, sin dejar de indicar que habían estado viviendo en París durante mas de 30 o 40 años. Se vieron obligados a emigrar debido a la falta de trabajo, y dando a entender que por algún motivo más. Que sus comienzos en un país extranjero fueron muy difíciles por el idioma y por verse obligados a tener que estar lejos de su tierra. Esto nos llevo a afirmar que ha día de hoy puede que nos veamos obligados a lo mismo, y que muchas personas así lo están haciendo. La mujer mas prudente, quizás sea porque las mujeres siempre han sido mas prudentes, solo se limitaba a decir que había dejado en París a sus dos hijas y nietos, mientras que a su misma ciudad se había mudado su otro hijo y su nieto. El hombre no para de decir que se estaban perdiendo todos loa derechos por los cuales ellos habían luchado, y que estábamos retrocediendo a la misma situación que les toco a ellos vivir.
Esto me hace pensar que cuando las personas mayores sienten que se están perdiendo los derechos, es suficiente señal para empezar a reaccionar. Que nuestras generaciones no lo veamos puede ser debido a que no lo hemos tenido que pelear, siempre los hemos tenido en mayor o menor medida y no lo valoramos. Pero estamos sufriendo y sufriremos la perdida de los mismos y será demasiado tarde cuando queramos reaccionar.

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