viernes, 24 de enero de 2014

Cuando la felicidad de una persona se basa en los regalos que recibe.

Una vez finalizadas por fin las fiestas navideñas y con el paso de los días me sigo reiterando en mi posición sobre la celebración de las mismas y sobre todo en la costumbre de tener que hacer regalos el día de reyes.
“Son unas fechas para juntarte con tus seres queridos”. Pues mire usted, yo quiero ver a mis seres queridos todos los días del año, o lo máximo posible. Juntarme a comer con ellos un buen cocido, o un arroz cuando sea y donde sea. No tener que compartir con “familiares” que veo una o dos veces al año unos langostinos o lo que sea, porque toca. Y luego el resto del año saber que no existes para ellos o no existen ellos para ti. O lo que es peor, saber que te odian o los odias, que no te soportan o no les soportas. Eso en mi argot se llama hipocresía.

Cuando tienes un hijo todos tus ideales y/o pensamiento sobre el realizar regalos el día de reyes deben de ser abandonados en pro de no causar infelicidad a ese vástago.  Cuando te preguntan que le van a traer los reyes magos a tu hijo y respondes que nada porque no celebras esas fiestas todo el mundo te mira mal. El problema no es no hacer el regalo sino tener que justificar y explicar porque te niegas a participar en ello.

Muy educadamente intentas explicar que consideras que es una fiesta religiosa, y que al no ser creyente no consideras que debas de realizar regalos,  además pienso que la fiebre que se despierta por tener que realizar regalos distorsiona el sentido de lo que en realidad significan estas fechas, a mi modo de ver. Pero nada sirve para aplacar las hordas de críticas que empiezo a recibir al respecto. “Pues yo no soy creyente y hago regalos porque es una  tradición en mi casa”, “Vas a hacer infeliz a tu hijo cuando vea que sus amigos tienen regalos y el no”…. ¡¡¡Vaaale yaaaaa!!!. Vamos a ver, si la felicidad de mi hijo va a depender de si ese día le hago o recibe regalos de unos seres imaginarios, es que algo estoy haciendo mal el resto del año. La felicidad de mi hijo espero que sea todo el año, y sobre todo basada en amor, cariño y respeto. Una persona es feliz cuando se siente querida  y amada. Cuando sabe que tiene el amor incondicional de sus padres, cuando sabe que no está solo en el mundo. No cuando recibe muchos regalos. ¿Qué pasa con los niños cuyas familias por dificultades económicas no pueden recibir regalos?. 

Creedme que tengo la certeza de que si esos niños tienen sus necesidades básicas cubiertas y se siente queridos van a ser los niños más felices del mundo.
Respeto, o al menos lo intento, a quien quiera celebrarlo, hacer regalos, juntarse con sus familiares. Aunque sea una vez al año y por cumplir, o no. Pero no respeto a quien no quiera aceptar que estos son mis ideales y que quiera llevarlos a cabo con todas las consecuencias. Porque la felicidad de una persona  no está en los bienes materiales, sino en la riqueza de los buenos sentimientos.

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